Estaba en casa pensando en ELLA. ELLA era, cómo explicarlo, la mujer de mi vida: sincera, paciente, apasionada, romántica, valiente, soñadora, demostraba lo que sentía día a día, momento por momento, por lo menos es lo que me hacia sentir a mí, y además ¡ayyy! esos ojos marrones cautivadores, con labios suaves de los que no podía quitar mi mirada, su piel suave y excitante. Las horas a su lado eran instantes a mi percepción.
Y cómo me hacia sentir que era yo la única, cómo decirlo: fuerte, capaz de conseguir cualquier cosa, bella por dentro y por fuera. Así me hacía sentir…
Me encontraba sola en casa, tirada en la cama después de un duro día de trabajo, en ese periodo depresivo post vacacional que tenemos todos, no esperaba visita pero llamaron al timbre, me levanté a abrir pensando que sería uno de mis vecinos, que siempre se confundía de botón.
Pero no, y me sorprendí cuando oí su voz. Era ELLA, parecía cosa de magia, yo pensando en ELLA, en cómo le estaría yendo en el trabajo, y de repente estaba aquí, le abrí sin hacerla esperar, estaba hecha un desastre, pero me daba igual, solo me apetecía abrazarla y sentirme segura y relajada entre sus brazos.
Abrí la puerta del piso y allí estaba. Entró discretamente y, mientras me abrazaba con un brazo con el otro iba cerrando la puerta, me dio un beso, y con él hizo temblar todo mi cuerpo con un cosquilleo, empezando en los labios y siguiendo por el estomago hasta la punta de mis pies, y con voz sensible y suave me dijo en el oído, acercándose tanto que podía sentir su respiración que me hacía estremecer, -coge tus cosas, nos vamos- yo me quedé un poco parada mirando sus ojos, no sabia donde me llevaba pero no me importaba ya que con ella a mi lado me daba igual donde fuera. (más…)
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