Anoche, como todos los domingos, éramos legión los que nos disponíamos a una nueva sesión de remoción de conciencias viendo el programa «Salvados» de Jordi Évole en La Sexta Tv. Su título: «Con la comida no se juega» y, si no pudiste verlo, te recomiendo encarecidamente que lo hagas. Casi seguro que no volverás a entrar a comprar comida en un supermercado o tienda de barrio como hasta ahora lo habías hecho…
Allí estábamos todxs, sentadxs delante del televisor, tomando conciencia de cómo nuestra actitud caprichosa como consumidores marca el destino de los alimentos, del impacto de las cuotas de captura o producción de la Unión Europea, de qué empresas de distribución de alimentos cooperan donando lo retirado de sus tiendas a los bancos de alimentos y cuáles no (Mercadona, sin apenas nombrarla, sufrió una de las mayores pérdidas de reputación de una marca que yo haya visto en televisión), de iniciativas políticas para que las familias necesitadas del país puedan beneficiarse de estos excedentes de comida… Cuando, de repente, llega el primer corte para publicidad y aparece este anuncio de la marca de ropa y complementos Desigual: